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¿Cómo es eso de la copa?

Por: Valeria Ortiz Velandia


Soy Valeria, Vale, Mujer, Amiga.... y hoy quiero compartirte mi experiencia con la Copa Menstrual:




Gaby: ¿Vale has escuchado de la copa?

Vale: ¿De la copa... del mundo? ¿El mundial?

Gaby: No, de la copa menstrual


MENSTRUAL. La mencionó así, sin pena. Y apenas escuché esa palabra, la miré como pidiéndole que no tocara esos temas delante de los hombres... (caminábamos al lado de nuestros novios y me sonrojé). Pero Gaby insistió. Para ella el tabú ya no existía. Yo en cambio tenía una risita nerviosa que me delataba.

Gaby: ¿La has visto?

Vale: No. Solo la publicidad que pegan en los baños de la universidad.

Gaby: ¡Mírala!"

Y mientras decía esto, me entregaba una pequeña copa que se doblaba al tacto.

Lo primero que pensé es que la copa es todo menos grande o rígida. La palabra copa me hacía pensar en un trofeo o incluso una copa de vino pero lo único que tiene en común con dichos elementos es su capacidad para retener.


Gaby: ¿La usarías?

Vale: No. No se. Me da cosa.

Gaby: Vale, es lo máximo, te cambia la vida.

Vale: Pero Gaby uno se pone eso... ¿cómo o qué? Yo nunca he usado tampones ni siquiera. El solo pensar en los tampones, duros y secos me destempla todo.

Gaby: La doblas y te la pones. Y listo. Gabriela hacía ver todo muy fácil.

Vale: ¿Y no incomoda?

Gaby: Nada. No se siente nada.

Vale: No te creo.

Vale: Ensáyala. Esta es la de prueba pero te dejo una hoy una nueva en tu casa y me cuentas.


Me contó su historia (léela aquí) y terminó por convencerme. Cuando Gaby dejó la copa en mi casa estaba increíblemente emocionada porque me llegara la regla. Aproveché la espera para preguntarle todas mis dudas e incluso leer al respecto. Para entonces, (2016) no había tanta información como hoy y ninguna de mis amigas sabía de su existencia.


¿Me puede lastimar? ¿Puedo ir al baño? ¿Afectará mi anatomía? ¿Puedo correr? ¿Puedo bañarme?


Pero a las dos semanas me llegó y me puse la tarea de usarla. Tenía un viaje en un mes, si me gustaba y pasaba la prueba, me la llevaba y no llevaría ningún otro método. El hecho de poder estar en la playa con la regla me llenaba de ilusión.


Si Gaby es persistente, yo soy obstinada. Y sentada en la taza de mi baño pensé: Si tantas mujeres pueden,

¿por qué no voy a poder?


Después de haberla esterilizado como decían la indicaciones ensayé de varias formas con miedo pero la curiosidad me ganaba.


Cuando por fin entró y supe que estaba adentro me sorprendió que no la sentía. Me vestí, salté, caminé, subí una pierna, la otra, y definitivamente no la sentía. No lo podía creer. Hasta quería contarle a Gaby.


Pero no podía cantar victoria aún. ¿Cómo la iba a sacar? ¿Qué me iba a encontrar? Entré al baño nuevamente. La copa estaba ahí, justo donde la había dejado. Con el tiempo aprendería que la copa se puede mover pero es físicamente imposible que se pierda.


Ese día, me lavé las manos, la saqué, la miré, la enjuagué y todo el proceso comenzó otra vez. Aunque podía dejarla 12 horas la sacaba cada rato por curiosidad. Hasta que ahora incluso se me olvida que la tengo.


Y así fue como pasé de las toallas a las copas y planeo nunca regresar.

Aprendí además que ni el tabú ni el miedo pueden superar la curiosidad sobre nuestro propio cuerpo y que si una amiga te dice que algo te puede cambiar la vida... Créele y ensáyalo.

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